
Me dejaste cartas en los bares,
una moneda gastada en la cabina
de un teléfono público,
palabras arrancadas del Libro de los Vivos
en las bandejas de las panaderías.
De un camión de mudanzas
cae la chispa inasible de tus ojos.
No podré recogerla.
No quisiera retenerla en mi bolso.
En la nieve del parque encontré tu bota
de cuero, con cordones.
Tu boina de lana rodando en la avenida.
Mientras los chicos patinan en la nieve
tu tacto rodea mis dedos en el guante.
Me das de comer en la boca.
No te veo.
Me das de beber.
Soy la planta que busca
tu lluvia imprevisible.
En la tienda dejaste
un pequeño conejo de cerámica,
partido y pegado sin oficio.
Te pensé restaurando
una oreja de seda lastimada.
Una tarde sostendremos el hilo
de un barrilete rebelde,
en Coney Island.
"... We were dumb but you were fun.
How I wonder where you are.
Sailing over Coney Island.
Twinkle, twinkle ...", no hay manera
de que a mi risa la sujete un ancla.
Mis perritos son mis hijos
y me lamen los pies
con tu lengua.
Envuelta en una manta
te mordisqueo los dedos
que no he visto.
Sé que es cuestión de un tiempo
fuera de este tiempo plano.
Que gires la cabeza
para reencontrar mi cara.
Tan lavada.
El mundo hace el sentido
de los caleidoscopios.