Era la disolución del tiempo.
Uno se aferra para quedarse.
Para irse, también.
Los pliegues de las sábanas
superaban los pliegues de los paños
barrocos. Estaban húmedos.
Tu dedo índice era todo lo que necesitaba
para sobrevivir.
Foto: Irving Penn, 1950.
Por qué uno anda necesitando tanto el "dedo índice" del otro para ir por la maldita vida?
ResponderEliminarNecesitará el otro nuestro dedo índice?
Yo preferiría tener la mano del otro. Pero he de ser un iluso, porque todos me dicen que quieren que les diga a dónde deben ir.
Beso.
Aquí mi lengua para agradecerte tu comentario y deleitarme con tu poema, que me recordó a este otro de Clara, otra poetisa y bloguera que presenté en !La polla en verso!. Te lo dejo por si gustas leerlo:
ResponderEliminarhttp://lapollaenverso.blogspot.com/2009/01/clara-masturbacin-femenina-con-santa-fe.html
Seguiré a menudo estas Putas de Babilonia que a mi paladar conmovió. Para ello te pondré un link de tu blog muy cerca mío para abrir esta ventana con frecuencia.
Un abrazo.
d.b
En las noches solitarias, me aferro a los pliegues de las sábanas.
ResponderEliminarLos pliegues de los recuerdos son mucho más difusos...
un Indice que indica, no que señala
ResponderEliminarBufff...yo sé de ese dedo...y me rindo a vosotras,las quiero.
ResponderEliminarIndice o medio...
ResponderEliminarBaci