Uno de los conejos se acercó a Clara, para que Clara encontrara este texto (¿esta carta?) amorosamente colocado en su boca, bajo su hocico persistentemente tembloroso. Es el Conejo de Hocico Tembloroso, el elegido para llevar mensajes. Clara vino hasta mí, a preguntarme si yo lo había escrito. Los hocicos de todos los conejos tiemblan. Pero el hocico de este conejo tiembla siempre. Yo, Perséfone, no he escrito esto. Clara sopló su flequillo (signo de curiosidad y de entusiasmo) y el papel se agitó levemente. Creemos que se trata del Pianista, que es el Pianista quien ha escrito sobre el Pianista y sobre nosotras y sobre sus amores, es decir, sobre las sutiles declinaciones de un mundo compartido, deliberadamente bautizado Babilonia.
En un rincón oscuro del cabaret, está el pianista. Nadie sabe cuál es el color de su piel, si va de sombrero o va de traje, si ríe o si su gesto es de pesadumbre.
Destellos de tibia luz rojiza llegan hasta sus pies que, evidentemente, se mueven al compás de la música adecuada.
Las putas del cabaret aman al pianista, unas más y otras un poco menos. Y el pianista ama a las putas, a algunas más que a otras. Aunque últimamente le ha dado una especie de ternura caprichosa por Clara. Y siempre ... Kitty (los niños primero).
Es un amor correspondido y casi absoluto, no absoluto. Un amor masificado de energías que no admiten distinciones jerárquicas, multiplicado en la desgracia o en el dolor inexpresable. Porque la formulación de la pena no es derecho de putas. La negación del dolor o su simulación es un imperativo implícito, así fuera padecimiento del corazón o migraña. Nadie paga por gozar o ver gozar (fantasía macha si las hay) a una puta triste.
Pero el pianista, que además de pianista es hombre de aguda percepción, es muy capaz de saber qué sucede en cada una de “sus chicas". Por eso ellas lo tienen como un cetro dorado.
El pianista es un tipo solitario. Sin mujer, sin hijos, sin perro. O sea, solo también. Se dice: solitario por carácter y solo por mala estrella.
Las putas son sus compatriotas. El cabaret, su isla en el culo del mundo. El piano, su dios irrefutable. Del piano fluyen, moldeadas con paladar divino, las miradas de las putas, las sonrisas auténticas y las de compromiso, las caricias onerosas y, también, los instantes de amargura y furia contenida. El piano dulcifica el mundo y los dedos del pianista son los abracadabras de un dios de bajísimo perfil.
Dicen que los conejos del cabaret se desploman estremecidos sobre el piano. No hay lugar para todos, pero cuando el pianista ejecuta la canción preferida de los conejos (una canción remota llamada The boxer), se arremolinan alrededor del piano subyugados por la cadencia lánguida de la melodía.
Eso no es extraño, aunque sí paradójico. Porque así como los conejos salen muchas veces de galeras encantadas, del piano surgen imágenes que no todos pueden percibir y que enamoran. Se precisa una cierta sensibilidad que los conejos poseen y que los devuelve ilusoriamente al seguro y cálido encierro de la galera. The boxer.
Hay una chica del cabaret que se jacta de vomitar conejos. Pero nadie debe creer eso. Los conejos están ahí desde mucho tiempo antes de que cualquier otro ser llegase, antes, incluso, de que alguien tuviese la loca idea de erigir esa estructura de piedra en la traicionera alfombra de arena de un desierto provisorio.
Por otra parte, los conejos son siempre los mismos, como las putas y el pianista. Pasan, sí, hombres desconocidos que se confunden en el fárrago nocturno con los “buenos” clientes. Como se confunde la invariable melodía del piano con el sonido incómodo y ahogado de los orgasmos fulminantes.
Esas estrellas fugaces que atraviesan los salones montadas en estertor y gemidos, sudor y espasmo y que, después, salen por la puerta del cabaret a perderse en el cielo infinito de todos los orgasmos que en este mundo han sido, transformados en polvo intrascendente del pasado.
Foto: El Pianista, por Hello Kitty.
A leer la carta del Pianista, nuestro amigo Migue rescató de su memoria esta escena de The Fabulous Baker Boys. Oh ... my goodness!, sí que nuestro pianista se parece a Jeff Bridges, aunque solo lo veamos en penumbras (y eso Migue lo sabe porque tiene un trompetista invisible y además esta hecho, Migue, de cine y música y palabras). Palabras no diré ni una acerca de las ocupaciones, en Babilonia, de Migue. Michelle nunca estuvo tan bella como en esta peli (especialmente cuando se extendió cual sirena deluxe sobre el piano) y, en cuanto a Jeff Bridges, todos en Babilonia profesamos el Dudeism. Todos los que vivimos acá tenemos, en definitiva, el espíritu de The Dude ... en The Big Lebowski.
Esas estrellas fugaces que atraviesan los salones montadas en estertor y gemidos, sudor y espasmo y que, después, salen por la puerta del cabaret a perderse en el cielo infinito de todos los orgasmos que en este mundo han sido, transformados en polvo intrascendente del pasado.
Foto: El Pianista, por Hello Kitty.
A leer la carta del Pianista, nuestro amigo Migue rescató de su memoria esta escena de The Fabulous Baker Boys. Oh ... my goodness!, sí que nuestro pianista se parece a Jeff Bridges, aunque solo lo veamos en penumbras (y eso Migue lo sabe porque tiene un trompetista invisible y además esta hecho, Migue, de cine y música y palabras). Palabras no diré ni una acerca de las ocupaciones, en Babilonia, de Migue. Michelle nunca estuvo tan bella como en esta peli (especialmente cuando se extendió cual sirena deluxe sobre el piano) y, en cuanto a Jeff Bridges, todos en Babilonia profesamos el Dudeism. Todos los que vivimos acá tenemos, en definitiva, el espíritu de The Dude ... en The Big Lebowski.
"Se dice: solitario por carácter y solo por mala estrella."
ResponderEliminarBuenísimo.
El problema viene cuando el solitario se queda solo..
Este no es el hombre del piano BillyJoelístico?
ResponderEliminarPos a mi me ha hecho acordar mucho.
Creo que veo como toma el vaso y le tiembla la mano...(como a los conejos el hocico.)
Besoss
Una hermosura de texto...algo muy recomendable, sinceramente.
ResponderEliminarBesos.
http://www.youtube.com/watch?v=cfFSqLvIVWw
ResponderEliminar...Un abrazo estremecido...
Habemos muchos solos por locos...o locos por solos...!...Los conejos siempre guardan secretos en sus ojos,también los pianistas en las caricias al piano,quizás Clara sea la única que tiene miedo en admitir de quien es la carta. Babilonia,a sus pies,para mi es un placer ser parte de ustedes (aunque no oficialmente jaja). Un beso perséfone.
ResponderEliminarQue suene el piano
ResponderEliminardel pianista solitario
que ya los infinitos
piden en sus notas
esas que desmayan a conejos
el canto del espasmo
en rápidos gemidos.
Sabias mujeres de esta Babilonia
hetairas que deshacen soledades
de los desconocidos
noctámbulos y diarios
con sexo
sexo y piano
antes de fundirse en el polvo
intrascendente del pasado.
Me interesa la chica que se jacta de vomitar conejos, se puede saber quién es la cortazariana de Babilonia? Saludos!
ResponderEliminarMe gusta el piano.
ResponderEliminarMe imagino al pianista rodeado de putas y conejos, hipnotizados por la música que hace sonar por las noches, cuando los clientes ya se fueron y hay un poco de distensión y de descanso.
Mientras, una copa con el último sorbo de Bellini y el olor del humo de las que fuman..
Imágen.
Baci, regina.
Dicen que las teclas de su piano son su propio semen hecho marfil.Dicen que el no podía usar su sexo con amor, que cada vez que acababa todo perdía sentido y luego hacía de su orgasmo, música. Su liquido "dador" de vida se hizo marfil, para escribir tanta tristeza en notas musicales por los cabarets.
ResponderEliminarPresiento que el pianista ama muy especialmente a Clara, y además, que es ella misma quien se jacta de vomitar conejos sin saber de Cortázar. De tal manera, el vómito de conejos no es independiente de la parición de alucinadas melodías. Besos
ResponderEliminarEl pianista duerme a estas horas. En cuanto se despierte les responderá. Sé que estaría de acuerdo en entregarle a Clara, además de su carta, la escena del jazz club que recordó Migue ...
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